Después de ver Kong: La isla calavera (2017), uno tiene
más remedio que apuntar el nombre de Jordan Vogt-Roberts y tenerlo presente
para el futuro. La última revisión del mítico gorila gigante nos retrotrae al kaiju y las monster movies de antaño con, eso sí, un elevadísimo presupuesto y
un diseño de producción alucinantes, amén de contener unos más que evidentes
guiños a Apocalypse Now de Francis
Ford Coppola. La contundente llegada a la isla, que por cierto me pareció una
absoluta maravilla, es el punto de partida con el que Vogt-Roberts pone toda la
carne (visual) en el asador, y desde ese momento en adelante no da un respiro
al espectador con una película repleta de acción y algo de gore suavizado (que
por algo es un blockbuster para
mayores de 12 años). No obstante, se echa en falta algo más de profundidad en unos
personajes de lo más planos y que hubiera ahondado en algo más que en ese claro
mensaje antimilitar que nos ofrece. En este aspecto resulta un tanto llamativo
que en la escritura del guion venga firmado por los responsables de películas
mucho mejor construidas como Nightcrawler,
Jurassic World o Seguridad no garantizada. Quizás ahora
que gozamos de versiones extendidas gracias a unas completas ediciones de blu-rays,
podamos soñar con que se complete una trama llena de lagunas y que personajes tan
atractivos como Preston Packard (Samuel L. Jackson) y Mason Weaver (Brie
Larson) salgan favorecidos. En cualquier caso es un buen adelanto para el monsterverse que la Warner nos tiene
preparados y que en un futuro enfrentará a Kong con Godzilla. Veremos.
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